Cómo el Banco Santander perdió un cliente por dos euros

Ignacio Segura
3 min readOct 7, 2016

Hace ahora algo más de tres años, el Banco Santander, el que hasta el momento había sido mi único banco, y del cual había sido cliente durante casi 20 años, me perdió de cliente. Y lo hizo por intentar sacarse dos euros a mi costa. Dos.

Casi veinte años de cliente. Total, para qué.

Hay que comprender que yo era, bajo cualquier punto de vista honesto, un cliente muy cómodo, y yo lo sabía. Nunca me regalaron nada ni lo pedí. No negociaba ningún tipo de interés ni ventaja. Prácticamente nunca pisaba una sucursal. Pagaba mis impuestos y recibos a través de ellos. A cambio sólo pedía un paquete de servicios muy básico: tener mi tarjeta de débito, poder acceder a una amplia red de cajeros sin coste, poder comprar online sin problemas y que no se inventaran de repente ninguna comisión. No me planteaba cambiarme de banco porque todo lo que tenga que ver con ellos me aburre mortalmente, así que para mantenerme como cliente lo único que tenían que hacer era nada.

Y ahí la jodieron.

Como buen banco, sencillamente aplicaron un procedimiento estándar. Ya lo conocéis todos, supongo. Te ponen una comisión que no habías visto nunca, tú lo descubres, vas a tu sucursal, reclamas, dicen que todo ha sido un error y Santas Pascuas.

Sólo que yo no reclamé. Pero vayamos paso a paso.

La comisión que se habían sacado del sombrero era un «cargo por operación con moneda extranjera». En español de a pie, eso significaba que cada vez que yo hacía una compra online en el extranjero, además de cobrarme por el cambio de moneda, me cargaban un fijo de dos euros. Porque sí. Y lo más importante, sin notificación previa. Después de años comprando online sin ningún problema, de repente me levantaban dos euros extra por compra en el extranjero. Sencillamente, un día no me cobraban esos dos euros, y al día siguiente, sí.

Podía ser un error. Pero incluso si era un error, ese no era mi problema. Mi problema era que de repente, sin previo aviso, se estaban echando dos de mis euros al bolsillo por hacer lo mismo que antes hacían sin cobrarme —excepto el cambio de moneda, no nos olvidemos.

Entonces, yo tenía dos posibilidades. Una, ir a una sucursal del Banco Santander, pero ahí me arriesgaba a que me dijeran lo mismo que le dijeron a mi novia para hacer una gestión parecida: «tiene que ir usted a la sucursal donde abrió esa cuenta».

Esa sucursal me pillaba ya entonces un poco retirada, a unos 300 kilómetros. Es lo que tiene la vida moderna: la gente abre cuentas bancarias, se muda de ciudad, y luego piensa «no pasa nada, hoy día está todo conectado vía Internet».

Pues no. O sea, sí, pero a efectos prácticos, no.

Así que me dije: «por el trabajo que me cuesta ir a una sucursal a reclamar, me voy a otro banco, abro allí otra cuenta y mando a mi antiguo banco a tomar un poco por el culo». Así, tal cual.

Y eso hice.

Por dos euros.

Porque —y esta es la moraleja— cuesta más o menos el mismo trabajo cambiarte de banco que reclamar esos «errores» que aparecen en tu cuenta. Sólo que si te cambias, tienes la satisfacción de que les has mandado un poco a la mierda, que está muy bien.

Que tengáis un buen día.

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Ignacio Segura

Graphic design nerd focused on all things visual and interactive. Currently working as consultant for World Bank.